«Definitivamente voy a votar. Tú también deberías hacerlo».
«No voy a votar. Punto.»
Debo haber escuchado ambas frases varias veces, nunca de mi propia boca. Y no creo que ninguno de los dos represente la actitud correcta.
He votado una docena de veces desde que cumplí 18 años en 2004, pero sólo dos o tres veces por alguien en lugar de contra alguien. Se podría decir que soy uno de esos eternos opositores: ningún líder político ha sido capaz de mantener vivo el romance después de haberme hecho perder la cabeza. Me desenamoro (e incluso respeto) con bastante facilidad, especialmente cuando miro de cerca y críticamente a los candidatos.
Si tuviera la opción, votaría en blanco, un blanco que no tiene nada que ver con el viejo (y espíritu) de Acción Democrática de Henry Ramos Allup.
Un voto blanco, también conocido como voto en blanco o voto de protesta, es el que se emite para demostrar la insatisfacción del votante con la elección de los candidatos. Aunque algunos países sólo tienen un voto nulo (que incluye desde los votos de protesta hasta «oops, no presioné lo suficiente el fondo»), otros tienen un voto en blanco válido que significa «ninguno de los anteriores».
Por ejemplo, el sistema colombiano de dos vueltas tiene un voto blanco que puede afectar los resultados electorales. Si, en la primera vuelta, la opción blanca obtiene la mayoría, las elecciones deben ser anuladas y deben presentarse nuevos candidatos. Aunque nunca ha ocurrido, la opción está disponible.
En Venezuela sólo tenemos un voto nulo que tiende a ser usado para calcular los «errores» de los votantes y no se considera una protesta. Además, nosotros, los venezolanos, tendemos a «castigar» a un candidato votando por otro.
Creo que necesitamos urgentemente una opción de «voto de protesta»; me encantaría decirles a los candidatos que creo que todos apestan, no sólo en Facebook y Twitter, sino donde más les duele: en las urnas.
Aunque no creo que esto suceda pronto, la opción del voto blanco debería ser discutida y considerada. Los venezolanos deberían poder llevar la protesta a las urnas, especialmente cuando los candidatos no muestran ningún respeto por las necesidades reales de los votantes.
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